La seguridad psicológica en los colectivos musicales
De sobra es sabido que la empatía es un elemento vertebrador. En oposición a la simpatía, que solo cultiva aceptación efímera, la empatía construye un puente entre la necesidad de ser y la de ser reconocido. En una Banda de música, donde conviven todo tipo de perfiles y personalidades en torno a la idea de la música, la gestión emocional y social constituyen la piedra angular para la consolidación de todo proyecto musical. Sin un ecosistema emocional saludable, la música no puede darse en su máxima expresión lúdica y catártica.
Durante demasiado tiempo el rol de autoridad asignado al director era lo suficientemente contundente como para evitar cualquier conato de cuestionamiento. Y eso, se daba por bueno. La palabra del director era ley acatada, en primer lugar, por la propia Junta Directiva. Y eso, era bueno. Un modelo de gestión humanística a todas luces obsoleto y, hasta cierto punto, perverso que funcionaba alineado a las costumbres y usos de épocas pasadas. Si había silencio no era por respeto, lo que había era miedo.
Por desgracia, todavía quedan conatos autoritarios que distan mucho de las necesidades actuales. Y esto no implica una falta de compromiso, autoridad o de respeto como erróneamente se cree. La mejor autoridad es hacer bien el trabajo y si se debe recurrir a modos tiránicos es que la carencia se halla, precisamente, en la destreza como director. El miedo no puede formar parte de una acción donde el factor humano es esencial, máxime cuando de hacer música, hacer arte se trata. Los músicos deben tener la suficiente seguridad psicológica para formar parte de la argumentación, diálogo, debate y decisiones que afecten al colectivo porque, cabe recordar, los directores y directoras estamos de paso. Nuestro reto verdadero es el de dejar huella. Una buena huella sobre la que nuestros siguiente colegas puedan continuar la senda de éxito (social y musical) de una determinada Banda. Nuestro servicio a la música pasa por ser excelentes cada uno de los días que estemos al frente de una.
La excelencia social viene dada por la capacidad comunicativa del director o directora, esto es, no solamente por su capacidad de mostrar, enseñar, compartir sino, muy por encima de las mencionadas categorías, por su capacidad de escuchar. La seguridad psicológica se basa en el principio de igualdad. No se trata de poner en duda el rol de liderazgo y de experto que debe definir a un director o directora que se precie. El criterio musical y la elección algorítmica de la mejor opción sonora es competencia del director o directora, no cabe duda más allá de su capacidad de recepcionar ideas que provienen del colectivo y que deben ser siempre tenidas en cuenta. Pero más allá de su jurisdicción musical, la capacidad de crear grupo, de fomentar la comunicación transversal y de propiciar estados saludables donde las ideas se pongan en común de forma desjerarquizada, constituirá la verdadera quintaesencia de lo que un director o directora puede aportar a una Banda.
La seguridad psicológica debe fomentarse como protección a libertad de expresión por muy asumida que pensemos que está en nuestra sociedad moderna. Ningún músico, ningún directivo, ningún familiar, ningún allegado, ningún trabajado de una Banda de música debe temer ofrecer su opinión siempre, claro está, dentro de los contornos de la educación y el respeto. Un código de conducta, un decálogo de buenas prácticas, los propios estatutos de la asociación… pueden servir de marco para dotar por igual a todas las personas que forman parte del colectivo musical para garantizar una verdadera libertad.
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