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El síndrome de Estocolmo en la Banda

El síndrome describe una conducta paradójica de apego hacia un perfil que ejerce coacción e impide la libertad. Descrito hacia los captores de rehenes, secuestros, etc. es aplicable a las relaciones de dependencia tóxica. También es llamado el síndrome de identificación o de supervivencia ya que, de alguna manera, la identificación o transferencia de sentimientos hacia una personas que nos puede maltratar es una respuesta psicológica de falsa esperanza o de protección.

Este diagnóstico, aplicado a nuestro mundo musical, podría explicar porqué hay directores que se perpetúan en el cargo aun con la manifiesta erosión de la Banda llegando, en no pocos casos, a la merma o a su propia desaparición por un error de cálculo en la gestión por parte tanto de los directivos como de los músicos. La esperanza de cambio nunca llega, puede ocultarse hábilmente una conducta hostil disfrazada de simpatía pero el arquetipo humano acaba por emerger en una situación de presión.

En el mejor de los casos y bajo las condiciones más óptimas de empatía y conexión, un director o directora no debería permanecer al frente de una Banda más de 5 ó 7 años, período más que suficiente para llevarla a la cima de su proyecto musical. Aún así, hay Bandas que han mantenido a directores durante décadas con el desgaste que ello supone. Incluso, con una clara y manifiesta mala gestión por parte de su lder socavando toda opción de crecimiento de la Banda sin que nadie haga nada para evitarlo. De alguna manera, el miedo puede hacer que florezca el síndrome de Estocolmo que alberga, como se ha dicho, un conato de esperanza para un cambio que no llega.

Afortunadamente, cada vez se manifiesta menos puesto que tanto los músicos como los directivos tienen un bagaje que les permite detectar el problema con más antelación que en épocas pasadas. Es, incluso, habitual avistar despidos fulminantes de directores puesto que la tolerancia a la falta de empatía es cada vez menor. Que una Banda despida a un director al año o, como se ha visto recientemente en alguna Banda, a los pocos meses, es muy esclarecedor de la reflexión que directores y directoras deben realizar a la hora de gestionar un grupo humano en el entorno de la música. 

Sin embargo, todavía existen Bandas de música proclives a la perennidad sus titulares musicales. El caso más sangrante es el de ver cómo una Banda se va desmembrando mientras nadie es capaz de ver que el problema (como casi siempre) viene del podio. Un músico que deja la Banda después de años de compromiso será muy difícil recuperarlo si no es, efectivamente, con una visión mucho más amplia de las necesidades sociales de la Banda. Revertir la migración es el reto al que un nuevo director o directora debe enfrentarse con mayor dedicación.

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