La era del desorden

Hace unos años, el Deutsche Bank emitió un informe que tituló la era del desorden atendiendo a los acontecimientos psico-socio-económicos que estaba viviendo el mundo actual. Quizás el informe no aportó mayor luz que la connotación de los hechos atendiendo a la entropía de la economía global y, a lo sumo, algo de miedo a quienes creen el mundo es una foto fija que se prolonga in illo tempore.

Las Bandas de música, en general, viven la misma distopía que aquellas personas que se niegan a ver que el mundo ha cambiado. No solo respecto a los usos y costumbre de hace 25 años. Los cambios se han acelerado y nada es igual que hace, tan solo, 5 ó 10 años. Seguir construyendo un entorno musical y social con los mismos parámetros de hace una década solo nos puede llevar a perpetuarnos en lo ya logrado sin posibilidad de conquistar nuevas cimas. Además, los éxitos del pasado ya no sirven. Por tanto, instalarse en ellos solo socava toda posibilidad de seguir creciendo.

El desorden no es otra cosa que la obstinación en seguir recorriendo los mismos caminos y la subyacente frustración de encontrarse una y otra vez con los mismos resultados. Este desorden provoca desazón en el ecosistema bandístico y, no es baladí, sacar conclusiones muy fáciles acerca de porqué los músicos dejan de acudir a los ensayos, porqué los directores o directoras cada vez duran menos en el puesto o, por no extenderme en la multitud de ejemplos, las Bandas no gozan de la valoración suficiente por parte de la sociedad en general y de los estamentos culturales en particular.

Quizás el desorden obedece a la incapacidad de afrontar los retos que la sociedad impone. Una sociedad, no obstante, que hemos creado entre todos y todas pero que se nos ha ido de las manos.

Quizás el desorden puede venir dado, en primera instancia, con la elección desacertada de un director o directora, lo que no es asunto menor habida cuenta de la gran responsabilidad social, musical y emocional de todas las personas que forman parte de un equipo bandístico. 

Quizás el desorden se puede ubicar en las entrevistas que se hacen a los candidatos donde se recurre a lugares comunes mediante cuestiones que poco o nada tienen que ver con los verdaderos retos que tiene la Banda así como a promesa quiméricas que ofrecen los aspirantes sin conocer en profundidad la Banda. El cóctel es explosivo y no es raro ver cada vez más directores o directoras que, ora duran poco en el puesto ora duran demasiado en el puesto. La transitoriedad y efímera permanencia responde a una escasa o defectuosa estrategia de captación del mejor líder. Los términos pueden remitir a un planteamiento empresarial pero, ¿qué es una Agrupación Musical sino una empresa gestionada por personas que gestionan a otras personas? El marco humanístico se plantea solo desde el prisma social o, mejor, lúdico-social olvidando que, si bien el ocio como parte del enriquecimiento voluntario de los músicos se sustenta en aquello que proporciona dosis altas de entretenimiento, el negocio otorga -más allá de su fría connotación- la posibilidad de crear un marco sostenible que repercuta en el afianzamiento de los cuatro pilares básicos para el funcionamiento de una banda, saber,

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Toda evolución supone habitar el vértigo de abrazar lo nuevo mientras soltamos la confortabilidad de lo conocido. Ese vértigo nos propone, acaso, una visión desenfocadla del desorden, pero, ¿no será que no vemos un nuevo orden en la desazón de la incertidumbre?

La dinámica cristalizada es que me opongo porque no me gusta. No me gusta porque lo desconozco. No quiero conocerlo porque lo temo. Solo hay orden si lo controlo.

Una vez superado este estadío, brilla la luz de las nuevas oportunidades. ¿Será el orden mismo?